“El corazón misionero ha empezado a latir en San Juan Pablo II”

“A veces creemos que la oración es intimista, algo muy personal y lo es, pero la oración más poderosa es la que hacemos en común y la figura de Moisés que nos narra el libro del Éxodo, ayudado por su comunidad a alzar los brazos, nos muestra cómo ora la Iglesia en comunidad y cómo el Señor trae el favor a su pueblo, fijaos en qué imagen tan hermosa”, reflexionó D. Óscar Díaz.

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Del mismo modo, en el Evangelio de Lucas 18, 1-8 “Jesús nos enseña cómo un juez que no era bueno le hizo justicia a la mujer que clamaba día y noche, impulsándonos y motivándonos a orar sin desfallecer, sabiendo que nuestro Padre que es bueno nos dará lo que más nos conviene ¿cómo Dios no va a escuchar el clamor y la oración de su pueblo?” se interrogó.

“La fe implica confiar en que Dios va a salir en nuestro auxilio”, reiteró el vicario episcopal para la Nueva Evangelización, exhortando a la feligresía a pensar en la misión personal que Dios siembra en el corazón de cada uno, “todos somos Moisés, enviados a llevar el mensaje que hemos recibido, somos pequeños profetas que vamos en medio del pueblo a anunciar la palabra que hemos recibido”.

 

 

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Tras la homilía, Mari Carmen Zambrana, misionera de San Juan Pablo II compartió su testimonio, surgido tras días intensos de visita a las diversas casas del sector. “Cristo me ha liberado de la vergüenza, de mi comodidad, de mis ataduras mundanas que me mantenían sujeta a tantas cosas, haciéndome saber que sólo Dios basta, como dijo Santa Teresa de Jesús, a quien conmemoramos en el ecuador de la misión”.

Consideró que hay que proclamar el Kerigma sin pensar ni medir las palabras “porque éstas empiezan a brotar solas cuando sientes el fuego del Espíritu Santo que quema no sólo tu corazón sino también tu garganta y te sorprendes hablando a un desconocido como si fuera alguien de confianza con quien compartes tu vivencia de Dios y lo que Él ha hecho por ti”.

 

“El corazón misionero ha empezado a latir en San Juan Pablo II”

D. Adrián Ríos, párroco de San Juan Pablo II agradeció el respaldo y la providencia de Dios manifestada a través de la vida de cada persona que puso al servicio de la Iglesia sus cinco panes y dos peces. “Por los que visitaron, los que estuvieron en las casas de reunión, los que prepararon la comida, los que rezaron ante el Santísimo expuesto día a día, por todos y cada uno de los que directa e indirectamente dijeron que sí a la llamada del Señor”.

“El corazón misionero ha comenzado a latir en esta parroquia y ya no hay vuelta atrás”, refirió.

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“Los resultados y los frutos que Dios suscitará en las personas visitadas ya ha empezado a concretarse en la vida, principalmente de los misioneros, de los anfitriones de las casas de reunión, de los predicadores y de toda la feligresía que ha estado apoyando la misión”, resaltó.

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