D. Adrián Ríos: “En mi ministerio sacerdotal resuena el amor a la Eucaristía y la comunión eclesial”

Un resumen de estos 16 años de sacerdote. ¿Se lo imaginaba tal como lo está viviendo el día de su ordenación, se han cumplido las expectativas que Dios ya sembró en usted los meses previos a la ordenación? ¿Cómo han sido estos 16 años, luces y sombras?

Dentro de las luces, que me parece que es lo más importante que brota del corazón, es que me mantengo igual de entusiasmado que el primer día. El día de la ordenación sacerdotal sigue siendo para mi un momento fundante al que volver en muchas ocasiones para dar gracias a Dios y para ver la importancia de aquel momento donde el Señor se quiso fiar de mí, un joven incipiente con muchas ganas de reformar todo. Yo siempre digo que me ordené sacerdote para salvar a la Iglesia y a través de la Iglesia Dios me está salvando a mí. Quizá por la intrepidez de un joven quería cambiar muchas cosas en la Iglesia, pero en el fondo quien tenía que cambiar era yo. Yo lo he vivido así y mi ministerio no tiene nada que ver con lo que yo pensaba cuando estaba en el Seminario, porque realmente el Señor me ha enseñado mucho y yo creo que esa conversión permanente la estoy viviendo en primera persona a parte de acompañarla en tantos feligreses y tantos fieles. Creo que ha sido una experiencia de aprendizaje en todo momento para dar gracias a Dios.

Dentro de las sombras, es que ese aprendizaje es como el rosal que se poda, ha habido mucho dolor en  negarme a muchas cosas a las que estaba muy aferrado y dar paso a lo que Dios quería de mi y a lo que yo iba aprendiendo y conociendo de Él y de la Iglesia, pero que esa negación de uno mismo, al final se hace con dolor. Al final todos vamos dando paso a Dios en nuestra vida negándonos a nosotros mismos y a muchas cosas a las que ha estado aferrado por mucho tiempo.

Entonces para mí es una acción de gracias actualmente, porque en ese dolor de tantas afirmaciones tajantes que yo siempre he ido pronunciando a lo largo de mi vida en el Seminario y después en mi ministerio he ido dando paso a un Dios que me tiene más enamorado de Él, que me hace querer más a la Iglesia, que me hace estar más centrado en lo fundamental, para mi lo fundamental es la celebración de la Eucaristía, la adoración eucarística, como diría mi paisano San Manuel González, “eucaristizar” el mundo y para ello hace falta que Jesús esté en el centro, porque no siempre lo está, por eso este verano he dedicado tiempo a los Ejercicios Espirituales Ignacianos para que el Señor siga haciendo la reforma de vida en mí, que me fuese desplazando a mi para que Él ocupe el centro. Es cierto que en mi voluntad y en mi deseo está y ese deseo de que el Señor sea lo más importante en mi vida cada vez también. He aprendido mucho del pueblo de Dios, de mis compañeros sacerdotes también. Las comunidades parroquiales en donde he sido destinado he aprendido mucho, me han corregido mucho y en las que yo he podido servir con humildad muchas veces y otras con soberbia, pecado que  he tenido que confesar para poder seguir adelante y darme cuenta de los errores que uno va cometiendo. De todas maneras, no desandaría ningún paso de los que he caminado, salvo los que hayan hecho daño a las personas, pero de todos los errores que he cometido, he aprendido después, entonces parece ser que yo aprendo errando, no aprendo con los consejos que me dan y he tenido que ir aprendiendo a base de equivocarme, salvo el daño que haya podido hacer a las personas con esos errores míos, yo creo que todo me ha servido para aprender.

¿En sus pasos por esas distintas encomiendas pastorales en diferentes parroquias, resaltaría algo que Dios le haya enseñado a través de los sencillos y de los humildes tanto en Marismillas como en Lebrija?

Mi primer destino fue Marismillas, llegué a un poblado de colonización donde había gente muy sencilla y donde encontré pocos fieles en la parroquia, pero realmente muy entregados. Podría subrayar muchas cosas, pero una de las más importantes, quizá fuese tener como cooperador en la parroquia al hermano mayor de la hermandad de aquel momento, era un señor que era gruista, que trabajaba montado en una grúa y él en los tiempos de descanso, mientras sus compañeros obreros se iban a tomar el bocadillo y hablar de mil cosas, él se encerraba en su coche y hacía oración con el Evangelio diario. Eso, en un ambiente tan hostil, en un pueblo de gente ruda y poco religiosa, a mi me interpeló muchísimo, siempre recordaré a Isidoro dentro de mi trayectoria como alguien de quien aprendí mucho a alabar a contracorriente y a ser fiel a la Iglesia.

Luego en Lebrija me tocaron parroquias donde aprendí muchísimas cosas a base de dolor sobre todo en la primera parroquia en la que quiero tanto a la gente a la que fui enviado, en la que en ese momento había una opción eclesial concreta, muy de la Teología de la Liberación, a la que yo me mostré muy cercano en el Seminario y que aprendí, que también tiene cosas buenas evidentemente, como todo, pero cuyos errores trajeron muchas consecuencias en el Pueblo de Dios, entonces esa enmienda progresiva de la Parroquia hacia una comunión eclesial, y hacia una comunión con el Papa me costó bastante dolor y bastante llanto de parte de las personas que yo pastoreaba como de mí también. Podríamos decir que el Misal Romano llegó debajo de mi brazo y también  cosas que realmente uno creía inimaginables en una parroquia, pues yo me las encontré allí.

0b46ad3b-79e2-44e9-ba6f-48930781de59Después encontré gente de muchísimo corazón, incluso las personas que practicaban la fe desde esta teología, pero es cierto que tener que llevar la comunión eclesial a una comunidad posicionada de tantos años en esa teología, a mí me enseñó, pero me hizo sufrir también como me imagino  que yo los hice sufrir a ellos. Luego me mandaron a la parroquia más clásica y conservadora del pueblo, le llamaban la Catedral del bajo Guadalquivir por las dimensiones de la iglesia y su valor y patrimonio histórico- artístico. Ahí me encontré con personas muy sencillas, pero también con gente que te hacía ver que ser el párroco de allí era como ser párroco de todos los párrocos del pueblo y no era verdad. Pero si es cierto que allí tuve que impostar otro modo de ser sacerdote sirviendo a un pueblo más conservador, más de tradiciones, como siete hermandades en la parroquia y todo eso me ha servido para ir viendo las sensibilidades de cada uno a la hora de acompañarlos. Estaba el Camino Neocatecumenal que llevaba el grueso de las pastorales de la parroquia y siempre con la llamada del Señor a buscar la comunión de todos los miembros de la parroquia entre sí y la comunión de la parroquia con la diócesis, con el Obispo y también con el Papa. Y eso me ha servido para seguir ahondando en esa vocación que a la que soy llamado, que es un ministerio donde resuena mucho la Eucaristía y la comunión eclesial.

¿Y todo eso lo hizo compatible cuando era Delegado de la Pastoral Juvenil?

Sí, todo fue compatible, no estamos con mucha abundancia de sacerdotes como para que nos liberen para muchas cosas. Estuve cinco años como Delegado de Juventud.

¿Cuál fue su experiencia?

Me tocaron vivir momentos muy importantes dentro de la historia de la Iglesia de España y de Sevilla. Me tocó organizar un encuentro con los hermanos de Taizé a nivel España y Portugal al que vinieron muchísimos jóvenes, y eso fue un previo para los Días en las Diócesis de la Jornada Mundial de la Juventud de 2011, que movilizó a un voluntariado juvenil enorme en la Archidiócesis que hizo salir de las piedras a un montón de gente para volcarse en la acogida de jóvenes en nuestra Archidiócesis. Después para participar en la Jornada Mundial de la Juventud, último evento vivido como Delegado de Juventud, porque de allí ya me enviaron a Roma para estudiar la Comunicación Institucional. Aprendí a acompañar a los jóvenes en los distintos carismas, a trabajar con los carismas de la Iglesia que regaló el Espíritu Santo para acompañar a los jóvenes, muy cerca de los salesianos, muy cerca de congregaciones y de las parroquias con una pastoral juvenil fuerte. Me tocó acompañar a muchos sacerdotes en la tarea de formar la pastoral juvenil de la parroquia y viví una etapa dorada de la Pastoral Juvenil de ese momento, no siempre es así, porque la Pastoral Juvenil es una tarea ingrata, es una tarea de paso, donde los que han estado acompañando un tiempo, de pronto abandonan esa etapa de la Pastoral Juvenil, muchas vocaciones abandonan incluso la presencia activa en la Iglesia y vuelven después con los hijos ya pequeños para educarlos y hacer una familia como Iglesia doméstica, pero es cierto que esa tarea que es ingrata me tocó a mí sufrirla poco, yo vi ahí un movimiento muy grande y muy alegre de jóvenes tanto en Sevilla como con los que compartí con toda España. Me tocó también con los jóvenes de Sevilla participar en el Encuentro Europeo de Jóvenes en Santiago que se hace periódicamente y que también fue un previo de la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid, entonces digamos que viví muchas luces y pocas sombras en ese ministerio que primer fue con d. Carlos Amigo Vallejo y luego lo continuó d. Juan José Asenjo, hasta que me envió a estudiar a Roma.

0001619378Un Delegado de Juventud tiene que estar pendiente de mil tareas organizativas y más en una Jornada Mundial de la Juventud tan gigantesca como la de Madrid, pero en lo más profundo de usted ¿qué le regaló Dios en esa Jornada Mundial de la Juventud sobre todo aquella noche de Cuatro Vientos de aquella tormenta y a la mañana siguiente? ¿Qué le regaló Dios a través de la figura del papa Benedicto XVI o bien a través del gran acontecimiento de más de dos millones de jóvenes?

Yo soy un devoto personal de Benedicto XVI, por lo que tener la presencia del Santo Padre tan cercana en ese tiempo, porque nos tocó vivirlo muy de cerca en ese tiempo, incluso muy cerca de él físicamente, fue un regalo. A mí me regaló una vocación sacerdotal, es decir, un joven de los que yo llevaba de la Parroquia, que pertenecía no solo a la Pastoral Juvenil de la Archidiócesis, sino a mi Parroquia de Lebrija, encontró su momento fundante en esa vigilia para descubrir que Dios lo llamaba al sacerdocio. Había sido algo llevaba muy en secreto, que ni siquiera yo todavía podía afirmarlo, sino que lo intuía y aquella vigilia en la que yo subí con él al escenario, con todo lo que pasó, él, habiendo llegado el último a Cuatro Vientos, con el coche de los discapacitados y acabó saludando personalmente al Papa, besándole el anillo después de aquél vendaval que hubo, donde el grupo de jóvenes que estaba arriba pudo saludar finalmente al Papa, entonces él salió llorando de allí, se confesó con quien fue nuestro Obispo Auxiliar en el autobús de regreso y entró en el seminario a los dos años y el año pasado cantó Misa.

¡Qué mejor regalo!, ¿no?

¿Cómo acompañó, alentó y animó durante esos cinco años de Delegado de Juventud a los sacerdotes que estaban más desanimados en hincar el diente a la pastoral juvenil?

Yo creo que hay una barrera entre los sacerdotes que piensan que ya les ha pasado el tiempo con los jóvenes y entonces dan por hecho que no tienen nada que aportar. Mi vocación es una vocación de sacerdotes mayores. Yo me he ido dirigiendo espiritualmente quizá desde que tengo 16 años con sacerdotes mayores, incluso el que me llevó al seminario fue un jesuita que ya no vive y la última misa se la dijimos dos sacerdotes que habíamos sido acompañados por él a los pies de la cama, porque estaba ya muy enfermito, y para nosotros, vivir la vocación con entusiasmo como la vivía él, el empuje que tenía en compartir su corazón enamorado hacía que finalmente nadie sintiese la distancia de la edad entre él y nosotros. Yo le decía siempre a los sacerdotes que no era cuestión de edad, que era cuestión de entusiasmo, de celo pastoral y de enamoramiento y cuando tú vez a un sacerdote enamorado del Señor, entregado, creativo, que no se rinde y que comparte todo lo que vive con sinceridad, es la mejor pastoral vocacional y juvenil que se puede hacer. Cuando encuentras a jóvenes en torno a un sacerdote, ya da igual que sea mayor o joven, sabes que allí hay una realidad sacerdotal viva, entusiasmada y que se da. Cada uno con su carácter, por que los jóvenes captan fácilmente cuando estás bien y cuando estás mal. En los Ejercicios Espirituales que he hecho recientemente, una de las cuestiones que me surgió era precisamente lo que los pobres jóvenes aguantan de mi cuando acabo tan cansado a final de curso y me voy de campamentos o de convivencias con ellos, porque uno tiene menos paciencia, se enfada más, pero sin embargo ellos aguantan, aguantan y siguen allí si ven realmente que el sacerdote está haciendo el esfuerzo. Creo que, con hacer un pequeño esfuerzo de acercarnos a saludar, de preguntar cómo te va, una llamada de teléfono o un mensaje de WhatsAap cuando sabes que es algo realmente importante en sus vidas, la reacción de ellos es del ciento por uno con el sacerdote, dan mucho más y responden mucho mejor de lo que pensamos.

1Desde ambas parroquias de Lebrija, Nuestra Señora de la Oliva y de Jesús de Nazaret, de repente le llamó el Arzobispo y le envió a Roma. ¿Cómo recibió ese llamamiento y cómo fueron los años en esa ciudad?

Roma ha sido un regalo en muchísimos sentidos, principalmente un regalo de comunión. Yo que decía que ha resonado tanto en mí la comunión, vi vivir allí la comunión de tantos carismas en torno a Pedro, la cercanía al Santo Padre, vivir en un Colegio Español lleno de sacerdotes diocesanos de otras diócesis que compartíamos muchísimo durante ese tiempo y también seguir estudiante y amueblando bien la cabeza, en mi caso, en Comunicación Institucional de la Iglesia que tanto requiere ahora mismo de planteamientos serios y de planificación, me ayudó muchísimo en mi ministerio, pero además, el Señor me concedió un cónclave con un Papa vivo. Cuando llegamos a Roma mis compañeros decían ¡ojalá nos toque un cónclave! Y yo decía ¡Con un Papa vivo, sin que se muera Benedicto! Y Benedicto renunció y no murió y vivimos un cónclave donde yo estudiaba comunicación institucional y por tanto, mi Facultad de la Santa Cruce, la llamaron para pedirle voluntarios y trabajar en el media center que se organizó en el Aula Pablo VI y tuve la oportunidad de estar trabajando un mes y medio en la Santa Sede para atender a los periodistas, cinco mil periodistas acreditados para el encuentro que se convirtió en el centro del mundo durante esos días. Entonces vivir todo aquello al servicio de los periodistas para atenderlos y ver como el Padre Lombardi cada día creaba contenido para que los periodistas pudiesen trabajar, con qué delicadeza los trataba, los portavoces de las distintas lenguas igualmente fue una ocasión que nunca se me olvidará, retransmitir la primera misa del Papa Francisco ya como Pontífice en la Capilla Sixtina para sus hermanos cardenales inmediatamente para el día después del cónclave y ponerle yo la voz al Santo Padre y Paloma Gómez Borrero los comentarios, pues son cosas que se quedan en mi disco duro, para que me supongan una página importante en mi vida, viví esa cercanía con el Santo Padre, viví compartir los últimos años de Paloma Gómez Borrero que me adoptó como nieto en la última etapa de su vida y que ha disfrutado de todo lo que ha sido mi paso por Roma y mis años en Sevilla después de la vuelta de Roma y sobre todo esa comunión que ha ido creciendo en mi ministerio, pues eso se lo debo a mi etapa de Roma. Estoy muy agradecido al Colegio Español, muy agradecido a la Universidad de la Santa Croce y a todas las oportunidades que ahí he tenido y muy agradecido a los periodistas de habla hispana, con los periodistas españoles con lo que teníamos un grupo de amigos muy grande, entre los que estaba Paloma García Ovejero, Rocío Lancho y tantos compañeros que se han quedado por allí o por otros lugares y que me enseñaron tanto mientras estuve allí.

Tan servidor, tan servidor que, durante el cónclave, por estar al pie del micrófono no pudiste estar en la Plaza San Pedro cuando la fumata blanca señalaba que había nuevo Papa y apareció la figura del Cardenal Bergoglio de Argentina, de Buenos Aires. ¿Cómo vivió desde la sala oculta del periodismo ese momento del cónclave?

Pues, tengo que reconocer que lo viví un poco frustrado. Todos mis compañeros estaban en el brazo de Carlo Magno y no sólo en la plaza, sino arriba, en la balconada, y yo estaba con el responsable de la sala de prensa que me prohibió ir, esperando una llamada de teléfono desde dentro del Vaticano para decirnos quién era el nuevo Papa. ¿Qué me queda como consuelo? Pues, que me enteré unos minutos antes de que todo el mundo, porque llamaron antes de que saliese al balcón de la Logia Vaticana para poder decir quien era y nosotros lanzar la noticia de primeros y el mismo responsable no sabía quien era Bergoglio. Buscaba en todos los libros de biografía que tenía a ver quien era el Cardenal Bergoglio porque nunca estuvo en la sala de prensa o al menos entre los 15 papables de ese cónclave.

Todo fue una novedad, el sitio de dónde venía, la lengua, tratarse de un jesuita… ¿Cómo vivió ese momento?

Fue muy bonito, muy bonito. La cercanía que él expresó en el encuentro que tuvo con nosotros en el Aula Pablo VI con los periodistas donde dijo aquella famosa frase “una Iglesia pobre para los pobres” fue realmente el lema que quedó de un encuentro muy cercano. Yo decía al principio que soy un gran devoto de Benedicto XVI, pero su intrepidez y su intelectualidad hacía que las personas no captasen la nobleza y la bondad del Santo Padre, eso lo ha completado el Papa Francisco en su perfil de sucesor de Pedro que es poliédrico y cada uno va aportando algo a esa sucesión, desde el primer momento el Papa Francisco captó la atención y el cariño de toda la prensa de todo el pueblo de Dios. Ahora yo creo que se vive con más plenitud lo que significa el ministerio petrino, en cuanto que uno aporta, como en el caso de Benedicto XVI, que yo sueño que esté escribiendo él, o le estén grabando o esté escribiendo más cosas hasta el último de sus días entre nosotros y luego por otro lado, esta cercanía del Papa Francisco, creo que esa complementariedad en la sucesión de Pedro nos va a nosotros haciéndonos sentir realmente pastoreados por Pedro.

 Terminó su período de Roma y volvió a Sevilla con la licenciatura en Comunicación Institucional de la Iglesia. ¿Desde el primer momento le señalaron como envío la Parroquia de San Juan Pablo II o estuvo un tiempo esperando envío?

Eso tiene una historia muy bonita, porque a mí un año antes de volver de Roma, un compañero de Sevilla fue a verme y en la cena me comentó que

De manera que en esa negativa se mantuvo un año sin que yo nunca más le repitiese a él la propuesta, pero yo vivía en Roma, por tanto, celebré cuatro veces Misa en el altar de la tumba de San Juan Pablo II, pidiéndole que, si era voluntad de Dios, él intercediera para que yo al final le pudiese construir una parroquia. Y así fue, sin mediar palabra, sin mediar ninguna estrategia, ni conversación con D. Juan José ni nada, cuando terminé los estudios en Roma me llamó por teléfono, yo estaba haciendo el Camino de Santiago con ocho compañeros de Roma, cada uno de un país y me comunicó que me encargaba la parroquia del entonces beato Juan Pablo II, con lo cual, fue un regalo, otro de los regalos que el Señor me iba haciendo y al final, Él ha confirmado que con tantísimos colaboradores, tanto en la Delegación de Medios como en la parroquia, ha sido posible compatibilizar los dos encargos pastorales. Con buenos equipos sale todo para adelante.se iba a construir una Parroquia a San Juan Pablo II en el área metropolitana, al término de Dos Hermanas, pero una zona de expansión en la ciudad donde había muchas familias jóvenes y que él no sabe muy bien por qué había intuido que esa parroquia me gustaría mucho a mi servirla porque era de nueva creación, porque tenía una población muy joven y porque era de San Juan Pablo II, y yo había estado de Delegado de Juventud cuando su pontificado por cinco años. Yo se lo expuse así a mi Arzobispo Juan José Asenjo y él no lo vio porque pensaba que la Delegación de Medios ocupaba tanto tiempo que la creación de una nueva parroquia no era compatible con ese encargo pastoral..

San Juan Pablo II lo acompañó en toda la etapa de discernimiento vocacional y de seminario y que seguía su pontificado cuando fuiste ordenado sacerdote. Le nombraba a él en la primera misa que presidió, me imagino.

Incluso el Cardenal Amigo en la ordenación nuestra llevaba una casulla de San Juan Pablo II que le hicieron cuando vino la segunda vez de visita a Sevilla. Es el único Papa que ha visitado nuestra Archidiócesis y en dos ocasiones y para nosotros ha sido no solo el Papa que nos ha acompañado en nuestra vida y en nuestra juventud y a mi me ha acompañado incluso hasta en el seminario, sino que fue un Papa que vino a Sevilla y que lo vimos y que lo conocimos, lo tuvimos cerca y tuvimos ocasión de escucharlo y disfrutar ese carisma tan fuerte que llevaba que sabías que estabas delante de un santo. A mí me sobrecogía su capacidad para comunicar, un actor además que sabía transmitir con gestos más que con palabras muchas de las exhortaciones que él nos hacía. El Papa creador de los Encuentros de Juventud que no por eso cedía a los discursos del mundo que incluso los jóvenes teníamos, en muchos casos nos hacía de contrapunto y nos hacía pensar y nos hacía leerlo y eso que él en la escritura era un poco enrevesado que su sucesor, con lo cual, era mucho más difícil entender a San Juan Pablo II escribiendo que a Benedicto XVI, pero sí es cierto que fue el Papa que nos hizo crecer por dentro también, que nos hizo posicionarnos, que nos exhortaba también con rigidez cuando veía que nos amenazaba un discurso descafeinado, un discurso light, cómo nos casábamos con el discurso del mundo en muchas ocasiones. Fue un Papa que no solo me resultó amable y cercano, sino firme, al que esa roca que es Pedro uno se agarra cuando se tambalean muchos postulados que ha tenido durante su vida. Decía que en mi vida ha habido muchos discursos también, a veces muy progresistas y muy derriba tapia, a un discurso más agradecido a esa Iglesia que conserva un depósito de la fe, que en lo esencial es inamovible y que solo en el lenguaje va adaptándose a los tiempos y que a mí me ha servido para centrar mi ministerio y mi vida ante muchas tempestades y eso que a San Juan Pablo II le tocó enmendar muchos excesos del Concilio Vaticano II, teniendo que definir la identidad sacerdotal del presbítero para que se sepa entretanto titubeo del post concilio en qué consistía ser ministro de la Iglesia. Fue un Papa muy valiente que no se amedrentó ante todo lo que podía suponer en muchas personas dentro y fuera, y que ahora le debemos a él que la Iglesia viva un depósito de la fe firme que nos está ayudando a acompañar a matrimonios, a familia y a todos los fieles.

¿Cómo intenta impregnar de la figura de San Juan Pablo II a los feligreses de su parroquia?

Es muy fácil vertebrar una formación permanente en la parroquia usando todo el magisterio de San Juan Pablo II, porque en tantísimo tiempo de pontificado le dio tiempo de escribir sobre casi todo, de manera que tenemos muchas fuentes doctrinales de él para todo lo que podamos iluminar de la realidad actual. Después es verdad que me ha venido dada una realidad eclesial muy empapada de su magisterio y también de su espíritu. En nuestra parroquia la Pastoral Familiar se vertebra en torno a los grupos del Proyecto Amor Conyugal que es un itinerario inspirado en la Teología del Cuerpo de San Juan Pablo II y que hace que los grupos de nuestra parroquia que ahora mismo hay seis de una media de ocho matrimonios por grupo, crezca a la luz de su magisterio con relación a la familia y a la espiritualidad conyugal. De cara a los jóvenes lo mismo, porque todo lo que hemos heredado de las jornadas de juventud ha sido un lanzamiento de una bola que va creciendo de jóvenes que se sienten orgullosos de ser jóvenes de Iglesia, de encontrarse con Jesucristo, de recuperar el valor de la adoración eucarística, algo que era impensable hace 15 años, que hoy día, los niños, los adolescentes y los jóvenes vivan como momento principal de sus campamentos y de sus encuentros la adoración a Jesús Eucaristía, con lo cual, tuvo una intuición enorme el Santo Padre de lo que sería tiempo después el momento principal de Jesús con los jóvenes. Así sigue siendo en mi parroquia, con adoración eucarística con los jóvenes del Grupo Effetá todos los lunes, con formación permanente de los jóvenes todos los domingos y es una parroquia que tiene dos connotaciones muy de San Juan Pablo II: La familia y la juventud. Hay muchas familias con muchos niños que dan mucha alegría a nuestra parroquia y hay muchos jóvenes que van viniendo independientemente en la Parroquia ese espacio de encuentro y compromiso que supone el ser joven en la Iglesia.