Tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará (17-02-2021)

Tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará (Mt 6, 1-6. 16-18).

Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará.

Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará.

MEDITACIÓN:

Nuestro mundo está presidido por la vanidad, necesitamos el reconocimiento del prójimo, el halago, la palmadita en la espalda, el reconocimiento público. En definitiva, necesitamos sentirnos importantes frente a nuestros semejantes, incluso demostrarles que somos más importantes que ellos y olvidamos que el reconocimiento que realmente importa es el de nuestro Padre Celestial.

Somos tan mundanos que nos olvidamos que el reconocimiento que realmente cuenta y es importante, es el de Dios. Ese es el reconocimiento que va a determinar nuestro destino y si, cuando llegue nuestra hora, somos, o no, dignos de sentarnos en su mesa. El reconocimiento de nuestros semejantes es pasajero, sólo el de Dios perdura en el tiempo.

Dios no nos exige grandes actos, ni palabras grandilocuentes, quiere ver nuestro esfuerzo y nuestros sacrificios en el día a día, en nuestras tareas cotidianas, en lo pequeño, en lo cercano: en el prójimo. No hay que ir a África o a la India a servir a Dios, que está muy bien hacerlo, Dios nos pide que empecemos con las personas que nos rodean y están a nuestro alcance y que lo hagamos en silencio, sólo a la vista de Él.

Oración: 

Señor cúbreme con el manto de la serenidad, ilumíname con la luz de la bondad y calma mis tempestades interiores. Enséñame, Señor, la lección de las flores que, silenciosamente, afloran difundiendo la belleza de la vida y el perfume suave de la delicadeza, sin pedir nada a cambio.

Que mi vida irradie la paz de las mañanas y el cálido final de las tardes serenas. Que mi silencio no sea solo la ausencia de palabras, sino una ofrenda de amor a ti. ¡Habla, Señor, ¡a través de mis ojos! Que éstos puedan ver más allá de las apariencias y que mis pensamientos de condena se conviertan en plegaria por la conversión de aquéllos que en lugar de robarme la paz, se robaron a sí mismos el don del amor.

Señor, con tu ayuda si soy digno, podré alcanzar esa perfección que me reclamas con tu Palabra. Tal como hoy mismo me insinuabas, que el momento más perfecto del día sería el de la comunión de tu cuerpo en la Eucaristía, y que no encontraría otro momento más perfecto que ese. Pues así confío y espero que no dejarás que me aparte de esos momentos perfectos, que son mi alimento para hacer lo que me pides con esta Palabra.

Yo seré dócil Señor para que hagas en mi un perfecto “tonto”, que así es como se conoce en nuestros días a los que se callan frente a sus enemigos, a las difamaciones, a los que son humildes frente al ataque, a los que ponen la otra mejilla, en definitiva, a los que aman a sus enemigos como Tú nos dices.

Te pido perdón Señor por todas esas eucaristías, momentos perfectos, que no he aprovechado, habiendo estado tan cerca de la perfección. Que no abandone esos momentos Señor, porque así podré asomarme al menos a esa perfección interior que me pides. Te pido perdón Señor, muchas gracias por todo lo que haces por mí y que sea siempre lo que Tú quieras Señor.

 

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