No desprecian a un profeta más que en su tierra (04-07-21)

No desprecian a un profeta más que en su tierra (Mc 6,1-6)

En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada:

-« ¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?»

Y esto les resultaba escandaloso. Jesús les decía:

-«No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.»

No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.

MEDITACIÓN

Jesús vuelve a Nazaret tras tiempo de ausencia: vuelve a casa. Tras predicar en poblaciones aledañas y otras más lejanas, vuelve a Nazaret a contar a su gente la esperanza de un futuro nada incierto, impartir enseñanza. Podría visualizarlo. Jesús con sus discípulos, dejando para el final el postre del amor y la fe: su pueblo, su gente, sus paisanos. La espera, el camino largo, la ilusión inagotable tras el cansancio, las enseñanzas que arraigan como grano de mostaza… y llegó en sábado a la sinagoga.

Imagino  sus manos en cada herida, en hermanos de otros pueblos,  la sensación de reactivar la savia muerta, la explosión de amor en cada rostro, la belleza de saber creer y sentir el regalo…

Vuelve a Nazaret, y la gente de Nazaret no lo acepta porque se encierra en sí mismas en sus creencias judías y no lo comprenden. Lo ponen en duda en cada palabra porque no estaban predispuestos a creer, ni preparados para su llegada y solo veían en Jesús un motivo de escándalo. Jesús acudió a los suyos y los suyos no le entendieron. No lo escucharon, sino solo lo oyeron. Se quedaron en el morbo, la intriga, el cotilleo, las habladurías, el que “si el rio suena…”, ¡en cómo es posible que el hijo de un carpintero…que desazón!  ¡Qué desasosiego! ¡Todo tan superficial! Que desilusión sentiría su faz, cuánta pena cual animal de circo que se expone ante todos solo por ser observado y no admirado: “Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa”. ¡Dichosos los que creen sin haber visto! Porque vieron a Jesús y no vieron ni al Padre ni al Hijo.

Cada uno de nosotros cuando algo bueno nos ocurre, estamos deseosos de llegar a casa y contarlo a los nuestros. Que alegres nos sentimos al comunicar la noticia… ¡Y cuánto amor tenía en ese momento Jesús para dar! Pero Jesús se sintió incomprendido lo mismo q nos puede pasar nosotros cuando por el hecho de ser cristianos, ir a misa, leer las escrituras, quererlo conocer más… nos tachan de beatas o capillitas. ¿Por qué no está de moda ser cristiano o sí? ¿Por qué no nos sentimos fuertes de defender nuestros colores, como lo hacemos por ejemplo ahora con el fútbol?

Jesús se sintió triste porque no pudo hacer apenas milagros porque no había fe. ¿Y en mí, Señor? ¿Cuántas veces has querido ayudarme y no he tenido mis puertas abiertas?

¿Y nosotros, sabríamos escuchar a los profetas que nos llegaran? ¿Y nosotros, sabríamos reconocer a Jesús en cada nuevo día? No hagamos sentir a Jesús extraño en nuestros corazones.

ORACIÓN

Señor, déjame ser el hogar que te espere,

la esposa con la lámpara encendida siempre,

que te reconozca en cada mirada amable,

en cada mano necesitada de cobijo,

en cada Palabra que me hable de ti.

Que te descubra en las alturas de la brillantez de los buenos momentos,

en el hundimiento de la caída

en tus pies, en mis heridas,

la razón de mi cruz seas tú.

Ante mi fe tibia,

Calma mi alma y no sufriré.

Las parábolas que no puedo escuchar porque me recuerdan que no estoy siempre;

Que Tú esperas siempre, que yo te olvido a menudo.

Invítame Señor a encontrarte. En los profetas con labios de sacerdotes,

en el oxígeno de sus oraciones,

en el miedo de mis plegarias cuando no sé ni cómo empezar,

a cambiar.

 

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