“Mientras los bendecía, fue llevado hacia el cielo” (29-05-2022)

“Mientras los bendecía, fue llevado hacia el cielo” ( Lc 24, 46-53)

Y les dijo: «Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros la promesa de mi Padre; vosotros, por vuestra parte, quedaos en la ciudad hasta que os revistáis de la fuerza que viene de lo alto».

 Y los sacó hasta cerca de Betania y, levantando sus manos, los bendijo.

Reflexión

El Señor recuerda a sus discípulos que las promesas que Dios hizo a su pueblo se han cumplido.

Dios prometió al pueblo judío (su elegido) la llegada de un Mesías, que, como dice el Evangelio, padecerá y al tercer día resucitará de entre los muertos y que salvará a su pueblo. Y este es precisamente este el motivo por el que su pueblo no le creyó cuando se manifestó como tal.

El pueblo judío esperaba un Mesías, Rey, Salvador y liberador de la opresión del pueblo romano, que los gobernaba.

No esperaban a Jesús, nacido en un pesebre, con un padre carpintero y una vida humilde; esperaban a un rey venido en toda su majestad, con un ejército liberador, que le coronase y entronizase como rey del pueblo judío y ante el que el pueblo invasor doblase la rodilla.

Pero es justamente lo contrario lo que ocurre, viene un Dios humilde, pobre, que padece en manos del opresor y muere de la peor forma que había: CRUCIFICADO. Esa era la muerte reservada para los peores delincuentes y los traidores al régimen.

¿Cómo Jesús iba a ser ese Mesías? Jesús no vino a liberar a su pueblo del yugo de los romanos, sino a liberarlos del pecado y proclamar la conversión de todos los pueblos, empezando por Jerusalén, su pueblo elegido, el judío.

En la lectura del Evangelio, Jesús dice a sus discípulos que ellos son sus testigos y ya les anuncia la venida del Espíritu Santo: “yo voy a enviar sobre vosotros la promesa de mi Padre”, pero les pide PACIENCIA y les dice que se queden en la ciudad hasta que se revistan de la fuerza que viene de lo alto. Es decir, que no salgan a predicar, hasta que el Espíritu Santo descienda sobre ellos y les de su fuerza, para que salgan al mundo a ser sus testigos y predicar la Buena Nueva a todos los confines de la tierra.

El Señor en este texto da instrucciones a sus discípulos, pero les pide que tengan paciencia y les dice que Él va a enviar sobre ellos la promesa de su Padre:

“Yo estoy a punto de irme por el camino que les toca recorrer a todos. Reconozcan entonces, con todo su corazón y con toda su alma, que ni una sola de esas admirables promesas que les hizo el Señor ha caído en el vacío: todas se han cumplido, no falló ni una sola” (Josué 23:14)

“Os conviene que yo me vaya, porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito. En cambio, si me voy os lo enviaré” (Juan 16:7)

“Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos” (Mateo 28:20)

Dios siempre cumple sus promesas. Nos prometió un Mesías y mandó a su hijo, que se encarnó y vivió entre nosotros como uno más, padeció por nosotros y murió en la cruz para que fuésemos redimidos y perdonados y obtener así la VIDA ETERNA.

Cuando el Señor da las instrucciones a sus discípulos da por terminada su misión en la tierra, los bendice y es llevado al cielo.

En este momento, sus discípulos se postran ante Él, ante su majestad, reconociéndolo como el Mesías, el hijo de Dios y permanecían en el tempo bendiciendo a Dios, como Él les había indicado, hasta que el Señor les enviase la fuerza que viene de lo alto, el Espíritu Santo.

Se reflejan en este texto dos virtudes importantísimas para seguir al Señor:

LA PACIENCIA, saber esperar a los tiempos del Señor, que no siempre coinciden con los nuestros.  El Señor Y, LA OBEDIENCIA, cuya principal observadora fue nuestra madre la Virgen Santísima, y así se refleja cuando en Caná de Galilea les dijo a los sirvientes de la boda: “haced lo que Él os diga”

Cuando el Señor asciende a los cielos permite la venida del Espíritu Santo Paráclito y con ello cumple la promesa de estar con nosotros hasta el final de los tiempos.

 

 

 

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