No he venido a traer paz, sino división (14-08-2022)

No he venido a traer paz, sino división (Lc 12, 49-53)

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “He venido a traer fuego a la tierra, ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y cómo me angustio mientras llega!

¿Piensan acaso que he venido a traer paz a la tierra? De ningún modo. No he venido a traer la paz, sino la división. De aquí en adelante, de cinco que haya en una familia, estarán divididos tres contra dos y dos contra tres. Estará dividido el padre contra el hijo, el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra”.

Reflexión

A veces el Señor emplea un lenguaje desconcertante: fuego, angustia, división, unos contra otros… No parecieran estas palabras de Aquel en el que continuamente buscamos calma, regocijo, consuelo… Paz, en definitiva. Lo que ocurre es que sus palabras son contrarias a lo que el mundo propone.
Hoy día, el “yo” prevalece sobre “el otro”, la autorrealización sobre la entrega a los demás, mi bienestar personal sobre el bien de mi familia, la riqueza de unos pocos frente a la pobreza de muchos… y así la lista continuaría largamente.
Alinearse con lo que Jesús nos dice, enseguida te marca como loco en esta sociedad; no se entiende,  no entra dentro de esa felicidad de consumo rápido y accesible que nos muestran los medios de comunicación y por la que a veces babeamos nosotros también.
Sí, también nosotros, los que hemos sido llamados por Jesucristo, bien porque hemos tenido la gracia de nacer en una familia católica, o bien porque Él, con su gran misericordia, haya salido a nuestro encuentro, chocamos con nuestra propia debilidad y a menudo nos vemos cruzando la línea, situándonos en el lugar que tan a menudo criticamos.

Seguir a Jesús, significa en muchos casos incomodar, denunciar, ir a contracorriente de lo establecido, y también de lo que nos apetece, porque también nosotros somos del mundo y se nos pide renunciar a lo que nos vuelve ciegos.

Pero… ¿ acaso no seguimos a Aquel cuyo bautismo pasó por la angustia de la cruz? A veces yo me olvido de eso, pero también a veces es eso precisamente lo que me hace mirar más alto y reafirmarme en que mi meta está en el cielo, no en la comodidad. Que me trae más cuenta entregar mi vida ahora para disfrutar de la Eternidad que el buen Jesús me tiene preparada y por la que pagó tan alto precio.

Querido Jesús: gracias por tu vida. Gracias por tu vida terrena, en la que sacrificaste tanto y gracias por la VIDA que nos das cada día a trocitos y nos tienes preparada en plenitud en un futuro.
¡Bendita división la que trajiste al mundo! Una manera diferente de vivir desde el amor a los demás y con la vista del corazón enfocada en la Eternidad.
Gracias por esa Esperanza que nos regalas para no desfallecer en el camino.

Perdón, Señor por las veces que no valoramos esa angustia que tú sufriste por nosotros. Perdón por las veces que nos posicionamos del lado equivocado.
Te pido señor la gracia de la perseverancia en la oración, para que no te pierda de vista, para que yo también sea capaz de entregar mi vida por los demás, con la esperanza de que tú vas conmigo y al final celebraremos juntos la gran Fiesta de la Alabanza. Amén

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