“Señor, danos siempre de este pan” (01-08-2021)

“Señor, danos siempre de este pan” (Jn 6, 24-35)

En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaúm en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: «Maestro, ¿Cuándo has venido aquí?». Jesús les contestó: «En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a este lo ha sellado el Padre, Dios». Ellos le preguntaron: «Y, ¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?». Respondió Jesús: «La obra que Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado». Le replicaron: « ¿Y qué signo haces tú, para que veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Pan del cielo les dio a comer “». Jesús les replicó: «En verdad, en verdad os digo: no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo». Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de este pan». Jesús les contestó: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás».

REFLEXIÓN

Pudiera resultar conveniente comenzar señalando los acontecimientos previos al pasaje que se nos presenta (Jn 6,16-23), relativos al milagro en que Jesús camina sobre las aguas para acercarse a la barca en la que los discípulos se habían embarcado para cruzar hacia Cafarnaúm. El Señor, a pesar de no haber manifestado de manera clara que había caminado sobre las aguas a las gentes que estaban en la otra orilla del lago (milagro que sí resultó evidente para sus discípulos), parece que también les dio a entender, al menos de manera velada, el gran milagro que había sucedido, por ello el evangelista nos dice “al día siguiente, la gente que estaba en la otra parte del mar vio que no había allí sino un solo barco, y que Jesús no había entrado en el barco con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían ido solos”(Jn 6,22) ¿Qué puede significar esto sino la sospecha de que ha atravesado el mar caminando sobre las aguas? Y aun bajo la sospecha de tan grande milagro, no le preguntaron cómo había cruzado el mar ni nada relativo a ello, sino “¿Maestro, cuándo llegaste acá?”, a lo que el Señor les contestará reprendiéndoles, no sólo con afán de corrección, sino queriendo introducirles en la sagrada doctrina de la necesidad de que le busquemos con fines espirituales y no meramente por cosas materiales. Crisóstomo, en una de sus homilías sobre el evangelio según San Juan nos explica las palabras del Señor como si nos dijera: “vosotros buscáis la comida temporal y yo he alimentado vuestros cuerpos para que por medio de esta comida busquéis lo que no produce la vida temporal, sino la eterna.”.

Y comenzando a intuir que es esa la comida que dura hasta la vida eterna le preguntan qué deben hacer para conseguir ese alimento, es decir, qué mandamientos deben cumplir, a lo que le Señor les responde categóricamente “que creáis en el que él ha enviado”, puesto que todo está ya cumplido por Él y nosotros no debemos hacer más que dejarnos querer por aquel que nos amó primero y corresponderle sin endurecer el corazón (¡y cuanto nos cuesta a veces creer que todo es siempre primero por Él y no por nuestras flaquísimas fuerzas!)

Y vuelven las dudas y las preguntas… “¿Y qué signo haces tú, para que veamos y creamos en ti”? Consideremos y apreciemos todos que verdaderamente “la paciencia de Dios es nuestra salvación” (2Pe 3; 15) ya que de nuevo el Divino Maestro los instruirá pacientemente en la naturaleza de aquellos signos que el pueblo conocía, y no dice que aquel pan no fuese verdadero, sino que explica que es su Padre quien hizo bajar el pan del cielo y en esta ocasión, en lugar de alimentarles con maná enviado de Dios Padre, se ofrece a sí mismo enviado de Dios Padre.

Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de este pan». Jesús les contestó: “«Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás»”.  Parece querer resonar el episodio de la Samaritana cuando el Señor le dijo “si conocieses quién es el que te pide de beber, tú le pedirías a Él, y te daría un agua viva”. Aquí, de manera más evidente nos dice que Él mismo es este alimento espiritual, parece que quisiera querer gritar a los cuatro vientos cuánto desea que le deseemos nosotros a Él y, si afinamos el oído oiremos en el corazón…

“Hijo mío, ¡búscame de una vez por mí mismo!,” “Tomad y comed, éste es mi cuerpo; ¡abre la boca que te la llene!”(Salmo 80) Que si me dejaras, hijo mío “¡Te alimentaría con flor de harina, te saciaría con miel silvestre”! (Salmo 80), y“¡mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno escucha mi voz y abre la puerta, yo entraré a él y cenaré con él y él conmigo!” (Ap. 3,20), “¡ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros!” (Lc 22,15)”.

Y así como la Samaritana, había dicho: “dame de esta agua”; aquellos que después de “gustar que bueno es el señor” (Salmo 102) sientan que “los dioses y señores de la tierra no les satisfacen” (Salmo 15) le pedirán al Señor “danos siempre de este pan. Bien sabe nuestra Santa Madre que “a los hambrientos los colma de bienes” (Magníficat)

Oración

Señor mío Jesucristo, que deseemos desearte, que tengamos hambre y sed solo de ti y que “no demos descanso a nuestros ojos ni reposo a nuestros párpados hasta que encontremos un lugar para el Señor” (Salmo 132)

Que la lengua humana
cante este misterio:
la preciosa sangre
y el precioso cuerpo.
Quien nació de Virgen
Rey del universo,
por salvar al mundo
dio su sangre en precio.

Se entregó a nosotros,
se nos dio naciendo
de una casta Virgen;
y, acabado el tiempo,
tras haber sembrado
la palabra al pueblo,
coronó su obra
con prodigio excelso.

Fue en la última cena
-ágape fraterno-,
tras comer la Pascua
según mandamiento
con sus propias manos
repartió su cuerpo,
lo entregó a los Doce
para su alimento.

La Palabra es carne
y hace carne y cuerpo
con palabra suya
lo que fue pan nuestro
Hace sangre el vino,
y, aunque no entendemos,
basta fe, si existe
corazón sincero.

Adorad postrados
este Sacramento.
Cesa el viejo rito;
se establece el nuevo.
Dudan los sentidos
y el entendimiento:
que la fe lo supla
con asentimiento.

Himnos de alabanza.
bendición y obsequio;
por igual la gloria
y el poder y el reino
al eterno Padre
con el Hijo eterno
y el divino Espíritu
que procede de ellos. Amén.

(Traducción del Himno Pange Lingua, Santo Tomás de Aquino)

 

 

 

 

 

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