Yo doy la vida eterna a mis ovejas (8-05-2022)

Yo doy la vida eterna a mis ovejas  (Jn 10, 27‑30)

En aquel tiempo, dijo Jesús:

 «Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano.

Lo que mi Padre me ha dado, es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre.  

Yo y el Padre somos uno».

Reflexión

Tú eres mi pastor, Señor, contigo nada me falta. Te pertenezco porque así lo has querido. Me has dado oído de discípulo para afinar mi escucha y distinguir tu voz. Esa es la voz que yo quiero seguir, a pesar de tantos ruidos y a pesar de inclinarme tantas veces hacia otras voces; pero tu voz, tan persistente y amorosa, me seduce continuamente.

Gracias Señor por la vida que cada día me regalas: vida de fe, de comunión contigo, de comunidad, de Eucaristía, de perdón y reconciliación.

Gracias Jesús porque la eternidad pasa por la pascua que se inicia en esta vida. Tú sabes a eternidad, tú eres eternidad. “Tu palabra es eterna, más estable que el cielo”.

Me invitas a ser cordero, mansa, humilde y obediente. No me dejas a expensas de cualquier otra voz que no seas tú, me libras del peligro. Tu amor me sana y me libera.

Creo en ti Jesús, creo en el camino que me marcas. Lo quiero, lo acepto, lo asumo, me comprometo. Sola no puedo, ciertamente, pero me fío porque cuento con tu gracia.

Regálame el don del silencio interior para que tú, que nunca callas, no pases de largo por mi vida, sino que al silbo de tu voz, siempre sonora y canora, pueda correr tras de ti, en pos de tu amor.“ Yo y el Padre somos uno”. En definitiva Jesús y el Padre son una unidad. Jesús resucitado, de cordero que da la vida, pasa a Pastor que nos mantiene con Vida hasta el final de la existencia, hasta la eternidad.

La voz amorosa del Pastor se siente hoy con toda su intensidad en la fuerza de las palabras que pronuncia en el Evangelio. Su voz quiere seducirnos profundamente y atraernos hacia Él.

Su voz seguirá resonando durante todo este tiempo pascual, porque el Resucitado está ahora en medio de nosotros realizando todo lo que su amor nos promete. Quien ama promete y cumple. Pero a diferencia de nuestro amor y de nuestras promesas –a veces deficientes-, el de Jesús tiene un fundamento y una garantía: su amor y su promesa ya se hicieron realidad en su Misterio Pascual, en su muerte y resurrección por amor a nosotros. Lo que tenemos que hacer es tratar de comprender la Cruz Pascual de Jesús, la Cruz luminosa del Buen Pastor que dio su vida por nosotros.

 

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