“Esa pobre viuda ha echado más que nadie” (07-11-2021)

“Esa pobre viuda ha echado más que nadie” Mc 12,38-44

En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo:

-«¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pre­texto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa.»

Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales. Llamando a sus discípulos, les dijo:

-«Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.»

REFLEXIÓN

Señor, me conoces y sabes bien que este es uno de los Evangelios que más disfruto. Me regalas hoy unas lecturas dominicales profundas, hermosas, esperanzadoras y verdaderas, como toda tu Palabra, que es Verdad y Vida.

Primero, el diálogo de la viuda de Sarepta con el profeta Elías, obediencia por parte del él: “Ve a Sarepta, he ordenado a una viuda que te alimente”. Elías, confía y va. Y ella, la mujer que nos narra el Libro de los Reyes fue e hizo lo que Elías le dijo, y tanto ella como su hijo tuvieron comida durante muchos días. Ni la harina de la jarra ni el aceite de la botella se acabaron. Así se cumplió lo que Dios Padre había dicho por medio de Elías. Propicias un encuentro en el que una mujer pobre ofrece el poco alimento que le queda para ella y su hijo a un enviado tuyo, Señor…. y Elías, por su parte, tras la petición de la madre, le concede la salud a su pequeño hijo.

¡Eres asombroso!

Nos enseñas a ser obedientes en la misión que nos encomiendas, pequeña o grande, incluso insignificante ante los ojos del mundo, para alcanzarnos la Salvación. ¿Qué habría hecho yo en el lugar de la viuda ante la orden de Elías de darle el último trozo de pan? ¿No es esa una idea descabellada?… Era ese un pueblo idólatra y allí envías a Elías. El encuentro de ambos no es casual, ya lo habías pensado, la viuda contribuye en la misión de Elías y Elías interviene en la vida de la viuda.

Cuando intento comprenderte y buscar el sentido lógico a todas las circunstancias de mi vida, pierdo el sentido sobrenatural que tú nos regalas. Ya nos dices en tu Palabra, Jesús… que no tenemos a un Dios incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, al contrario.

Mi sed de ser salvada se une a tu sed de salvarme. Se trata entonces de obedecerte aun cuando no entienda, es más, aunque cuando me parezca ilógico.

Y todo eso me dices solo en la primera lectura. Ahora, releyendo el Evangelio Señor, experimento en mi corazón la certeza, en carne propia de lo que leo. Nunca he visto a un justo sin respuesta o quedar en sufrimiento. No me conformo con llamarte generoso, lo das absolutamente todo, ofreces cada gota de tu sangre por mi… y yo me lo creo, me creo que eres la generosidad de un corazón amante que se ha encarnado.

Creo que eres tan detallistas, que me miras y tu mirada me salva, me convierte, me descubres. Tu mirada Cristo es la mirada del Padre: No te detienes en la superficie, sino que penetras en lo profundo, llega al corazón, capta lo que hay en lo íntimo del hombre. Como todo israelita piadoso, te diriges al Templo para orar. Eres un observador atento, no se te escapa nada de lo que ocurre en la gran explanada, abarrotada de peregrinos. Descubres al fariseo, que, en pie, agradece a Dios que no es como los demás hombres y en un rincón, al publicano que se golpea el pecho y no se atreve a alzar los ojos al cielo. Observa a las personas que se acercan a las cajas de limosnas colocadas a lo largo del muro que separa el patio de las mujeres del de los hombres. Son de bronce y si las monedas son lanzadas con energía bien calculada, suenan. Jesús observas que los ricos hacen sus ofrendas generosas para llamar la atención de los transeúntes. Tu mirada, sin embargo, no es atraída por ellos, se posa, en cambio, en una viuda pobre, que echa en el tesoro dos monedillas, casi invisibles, que no hacen ruido, que pueden ser vistas únicamente por quien tiene una mirada que no se deja engañar por las apariencias. Llamas a los discípulos y exclamas radiante: “Os aseguro, esta viuda pobre ha echado más que todos”.

Valoras Señor, la realidad, a las personas y las cosas según el criterio del Padre, por eso recomiendas: “Cuando des una limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha, para que tu limosna sea secreta y tu padre que ve en lo secreto, te recompensará en público”. Es una invitación a asimilar la profundidad, la agudeza y la sensibilidad de la mirada. Solo quien ve como tú, en lo secreto, sabe discernir entre engaños y realidad, entre joyas y monedas falsas, entre el brillo engañoso de las modas y las propuestas de vida garantizadas por ti”.

Afina mi oído, purifica mi corazón, enséñame a ser obediente, enséñame a confiar, con la viuda de Sarepta, enséñame Jesús mío a ser un poquito como tú.

 

 

 

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