El que no está conmigo está contra mí (11-03-2021)

El que no está conmigo está contra mí (Lc 11, 14-23)

Estaba Jesús echando un demonio que era mudo. Sucedió que, apenas salió el demonio, empezó a hablar el mudo. La multitud se quedó admirada, pero algunos de ellos dijeron: «Por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios, echa los demonios». Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo. El, conociendo sus pensamientos, les dijo: «Todo reino dividido contra sí mismo va a la ruina y cae casa sobre casa. Si, pues, también Satanás se ha dividido contra sí mismo, ¿Cómo se mantendrá su reino? Pues vosotros decís que yo echo los demonios con el poder de Belzebú. Pero, si yo echo los demonios con el poder de Belzebú, vuestros hijos, ¿por arte de quién los echan? Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces. Pero, si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros. Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros, pero, cuando otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte su botín. El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama».

REFLEXIÓN

Señor, en este pasaje te abajas a razonar con lógica humana que tu doctrina, que tu enseñanza, y que tus actos vienen de Dios. Los que te oyen son fariseos, son tercos, duros de cerviz, que no te creen ni viendo las obras que hacen y te piden más signos, y terminan por clasificarse como un demonio.

Señor, me interpelas con esta lectura, porque yo actúo como esos fariseos.  Veo tus signos en medio del mundo,  escucho tus enseñanzas, que son magníficas para mi vida, pero inmediatamente me vuelvo al mundo como fariseo, porque me dejo seducir por lo que el mundo me ofrece, me hago parte del mundo y dudo de ti, agrietando mi fe. En ese estado, considero a los demás culpables de mi situación,  y clasifico al prójimo como demonio, mientras yo, adormecido por el demonio,  me considero el bueno. Por la terquedad de mi corazón,  dejo de creer en Ti, y creo, entonces,  que los demás y tú,  estáis contra mi. Termino, entonces, por ser un sepulcro blanqueado, muy bueno en apariencia, pero con mal corazón.

El demonio es sigiloso, intenta pasar desapercibido. Entra sin hacer ruido en nuestra alma para apoderarse de ella. Sin que nos demos cuenta, estamos en sus redes. Y no sabemos que estamos atrapados hasta que Dios irrumpe en nuestras vidas. Y ya sale la voz. Y no podemos dejar de hablar. “Y la gente se admiró. Pero algunos de ellos dijeron: ¡Por Belzebú, príncipe de los demonios, expulsa a los demonios! Otros, para ponerle a prueba, le pedían un signo del cielo”.

La gente lo admiró. Pero de nuevo el demonio habló por uno de ellos, sembrando la duda. Negaba la autoría de Dios. ¡Qué débil nuestra fe! Creemos, pero cuando alguien duda de lo que contamos como una obra de Dios, enseguida echamos mano de la razón. Nos entra la duda y le pedimos, que, para creer en Él, nos dé una señal.

El Señor, nos lo dice claro. Hay dos caminos: el de la vida y el de la muerte. Estás conmigo o estás contra mí. Nada de tibieza.

ORACIÓN

Señor, te he oído alto y claro. Nada de tibieza y medias tintas. Te ofrezco mi vida, esta que tú me has dado. Te elijo Señor y te doy gracias por la creación, por haber pensado en mí, por haberte parado siquiera a tener un proyecto de vida para mí, aquí en la tierra donde glorificarte y amarte. Creo en ti. Creo en tu promesa. Creo en tu palabra. Creo en el camino.

Quisiera Señor, decirte que, por siempre. Pero sabes qué sibilino es aquel. Quiero mantenerme a tu lado, a tu verita.

Espíritu Santo, María Santísima, iluminadme, advertidme cuando no cojo la senda correcta. Quiero dar gloria a Dios por la eternidad.

Señor, que esta Cuaresma, este tiempo propicio de oración,  caridad y ayuno, me permitan quitarme el ropaje de fariseo. Para que Tú entres y sanes mi corazón, para que me haga humilde y sencillo, y me convierta. Así, Señor creeré en ti sin límites, para que, pueda combatir con las armas que San Pablo anima a los efesios. Y así Satanás no penetre y destruya tu obra de conversión.

No permitas, Señor, que yo sea piedra de escándalo para otros. Que mi conversión sea sincera y profunda, para que así yo pueda contribuir a tu obra, que yo sea un digno siervo tuyo.

Señor, el pasaje finaliza con una exhortación clara, diáfana,  sin necesidad de interpretación.  Obra, Señor, este corazón, para que esté contigo, porque si no está Cuaresma será un tiempo perdido, y mi conversión no será  real.

Ten misericordia de mi, y quita de mi corazón la ceguera y la sordera que me impiden acercarme a ti.

Posts Relacionados