“Si tienes inquietudes y dudas, no le cierres las puertas a Dios”
Adrián Ríos Santos nació en Sevilla en enero de 1944. Está casado y es padre de cuatro hijos. Creció en una familia católica, a los 18 años fue presidente de la Juventud Independiente Católica y perteneció al club de gente joven de la Parroquia del Sagrario de la Santa Iglesia Catedral.
A los 21 años entró en el Banco Santander, institución de la que se jubiló con 58 años. Durante esa etapa de trabajo tuvo altibajos en el desarrollo de su fe, sin pertenecer a ninguna actividad eclesial concreta.
Sus últimos 15 años han sido de un reacercamiento a Dios tras la ordenación sacerdotal de su hijo mayor. “Ya jubilado, con menos tensiones y desde hace 5 años, con mi incorporación a la Parroquia San Juan Pablo II de la que mi hijo es Párroco y dentro de ella a una comunidad parroquial ha sido cuando de verdad he empezado a profundizar en el Evangelio, sobre el que debemos basar nuestras vidas”.
“Dada mi mentalidad debo reconocer que me cuesta trabajo entenderlo en ocasiones, pero eso también es fruto del concepto de Dios que he tenido durante toda mi vida”, considera.
Adrián cree que ha sido un privilegiado de Dios, que le ha dado todo lo que ha pedido: “salud, hijos humanos y solidarios”.
“¿Cuándo reencontré a Dios? ¡Eso es curioso!… yo he efectuado durante los dos últimos años diversos trabajos para la instalación de la Parroquia San Juan Pablo y un día entré y una persona me invitó a sentarme. Al día siguiente volví. En el fondo tenía esa necesidad latente”, expresa.
Para Adrián “la Resurrección del Señor es básica en este restablecimiento de relaciones”. Pero, “lo que más impulso ha tenido ha sido la comprensión de que nada depende de mí, que todo lo que pasa depende de Él y que yo sin perder mi libertad todo lo pongo en sus manos”.
Por esa razón “cuando veo tanto sufrimiento en el mundo, tanto afán de poder, de riquezas, tan poca solidaridad, tanto egoísmo, siempre sugiero: Ponte en manos de Dios, abandónate y cambiarás la perspectiva de tu vida. Y sé que no es fácil. Desde hace 19 años he tratado de servir a mis hermanos a través del Teléfono de la Esperanza con el respeto que se debe desde una institución aconfesional, y os puedo prometer que la mayoría de las situaciones planteadas se hubiesen solucionado de esa forma, entregándole a Jesús mis problemas y pidiéndole fuerza para ser capaz de superarlos”.